RÍO DE JANEIRO.- Una pregunta y “cientos de millones” de respuestas: ¿Cuántos quisieran ser hoy Lionel Messi? El 10 se despertará frente al mar y a unos pocos kilómetros del Maracaná, se subirá a un autobús y a las 16 estará jugando contra Alemania para ser campeón mundial. El día que esperó toda una vida.
“Mi sueño es jugar para la Selección Argentina”. Messi no tenía ni 10 años cuando, a mediados de los 90, decía eso para la televisión local en Rosario, la ciudad que lo vio nacer. Luego llegaron el salto a Barcelona (a los 13), las lágrimas por dejar atrás a sus amigos y a todo un país, el crecimiento como jugador y la consagración en el culé. Messi no lo dijo nunca con claridad, pero si se sigue su trayectoria y se analizan años de declaraciones suyas, algo está claro: cambiaría, y con gusto, todos los títulos ganados hasta ahora si eso le garantiza que gana el Mundial hoy con Argentina. Tras dos Mundiales de frustraciones, el ídolo de Barcelona tiene la mejor oportunidad imaginable, una final ante la poderosa Alemania en el estadio de mayores resonancias míticas.
A sus 27 años, quiere revancha de la derrota por penales en el Mundial 2006, que con flamantes 19 años siguió impotente desde el banco de suplentes. También quiere enterrar el recuerdo del 4-0 germano en Sudáfrica 2010, el que terminó con llanto desgarrador y convulso en los vestuarios. Así como el arquero español Iker Casillas le genera básicamente buenos recuerdos, Alemania es la selección que Messi tiene atragantada. Derrotarla sobre el húmedo césped del Maracaná cambiaría notablemente la carrera de Messi.
Cumpliría con su gran objetivo, ser campeón del mundo con la albiceleste, pero también enterraría el debate acerca de quién fue más grande: si él o Maradona. Aquel “10” fue enorme en la victoria ante Inglaterra en México 86 y en el 3-2 sobre Alemania en la final. El “10” de hoy sería igual de grande alzando el trofeo de campeón en el Maracaná, el corazón del fútbol de Brasil, el archirrival argentino.
Enterraría además las acusaciones de “pecho frío” con que tantas veces lo martirizaron sus compatriotas. ¿Quién podría echarle en cara algo así tras un Mundial en el que sostuvo a una Argentina que alarmaba por su juego plano en los primeros partidos? Sin Messi, el equipo de Alejandro Sabella estaría hace rato de vacaciones. “Cuando le llega la pelota, suspiro”, admite el DT, que está a un paso de la consagración.
Messi, que no cuenta con la locuacidad y el carisma de grandes como Pelé o Diego, necesita ganar el Mundial. No lo hicieron Johan Cruyff ni Alfredo Di Stéfano, a los que nadie les niega su enorme categoría, aunque con frecuencia se los sitúe un escalón por debajo de aquellos que sí lo hicieron. Intentarlo con 31 años en Rusia 2018 es una aventura posible para Messi, aunque menos probable.
“Jugaremos el partido más importante de nuestras vidas con esta camiseta”, expresó Messi en su cuenta de Facebook. “Mis sueños y mis ilusiones se están viendo cumplidos gracias al trabajo y el sacrificio de todo un plantel, que lo ha dado todo desde el primer día”, aseveró. La “Pulga” hizo un reconocimiento al apoyo incondicional de la gente: “los argentinos nos han traído hasta aquí. Pero el sueño no acabó”, señaló.
Menos explosivo que en el anterior Mundial, pero más sabio y “duro” que entonces, Messi hoy lanzará el mismo resoplido liberador de tensiones que necesitó dos segundos antes de pisar el césped en San Pablo para la semifinal.
Y entonces podrá pensar, quizás, en ese deseo imposible que confesó su compañero de equipo y amigo Javier Mascherano: “¡Qué lindo sería ser cinco segundos Messi y saber lo que se siente!”.